RETOMANDO LA PROPUESTA SOCIOLÓGICA DE G. SIMMEL
Así como Goffman, Simmel intento explicar lo social a partir de una interpretación
de las relaciones que se dan en la vida cotidiana en dos niveles: el nivel
individual-subjetivo y, el nivel supraindividual-intersubjetivo. Relaciones circunscritas
a una naturaleza, que tiene por origen al intraindividuo. Así la cultura
entendida desde la sociología es un conjunto de patrones y de rasgos tanto
individuales como estructurales, por decirlo de algún modo, y sin caer en el
determinismo cultural que planteaba Parsons con el Estructural Funcionalismo de
mediados del siglo pasado. Aquí, es el individuo quien toma protagonismo de la creación
de lo sociocultural, pero que en la modernidad ha perdido el control del
proceso de aculturación del los individuos y las cosas. Esta es la preocupación
central en el texto que nos presenta Josexto: la cultura objetiva que ha sido
creada y alimentada históricamente, y que como proceso, ha marcado un dualidad
de fenómenos opuestos que solo han podido construir lo que hoy entendemos por
vida; y para que exista esta, debe haber un imaginario social de ella. De este
modo la cultura es solo una consecuencia y causa de las formas y contenidos del
que somos parte nosotros los individuos. La cultura objetiva-masculina que ha
caracterizado a la modernidad temprana, ha entrado en un nuevo nivel, y es en
este en el que aparece el ocultamiento de la cultura femenina y que Josexto
intenta dar algunas luces a partir de la reflexión de la propuesta sociológica
de Simmel. La mujer como centro de producción cultural es también un eje
importante en la sociología de alemán. Así, conceptos como la prostitución, la
moda, la coquetería, el cuerpo, la seducción, etc. dan indicios de la búsqueda de
ciertos grupos por encontrar la igualdad a través de los mecanismos fenomenológicos
de autoconstruir lo social.
La importancia de este articulo radica en la reflexión de algunos conceptos
identificados como parte de la cultura femenina al mundo o constelación femenino;
es decir, si los aportes conceptuales como el amor, la sexualidad, el cuerpo,
la prostitución, el dinero, la moda, el género, el sexo, el matrimonió, etc. deben
ser usados con el fin de entender el proceso de cultivación de lo cultural en
los individuos en función a los objetos externos con los que interaccionamos y
tendemos relaciones.
Inicio parte de mi reflexión con la siguiente pregunta que: ¿Qué es la
masculinidad diferenciada? Posiblemente sea aquella masculinidad que ya no se identifica
con lo objetivo, es decir, con la cultura que ha dado pie al orden o sistema de
las desigualdades o contradicciones. Esta pregunta en cierto modo alude a la
crisis de la masculinidad hegemónica, al mismo tiempo que avizoramos nuevos
tiempos, en el que los temas de género, ambiente, ecología, empresa, Estado,
etc. que permiten reflexionar sobre la complejidad de lo social, a través de
sus diversos enfoques teóricos y metodológicos. Así la cuestión del género se
inicio con gran fuerza tras la Segunda Guerra Mundial. Mientras el mundo intentaba
ordenarse de nuevo al mando de EE.UU. o de la URSS, hombre y mujeres también luchaban
por mejores posiciones. Los movimientos feministas han dado pasos importantes
al trastocar esa cultura objetivizada y masculinizada. Un logro es el hecho de
que hoy dispongamos de herramientas y recursos, partiendo de nuestra libertad y
dignidad, de luchar por el ideal de la igualdad en algunos casos, o de la
equidad en otros. Lo cierto hasta aquí, sin recurrir a la historia de toda esta
corriente del pensamiento del capitalismo tardío –como diría Simmel, es que ya
no podemos so referirnos a dos constelaciones totalmente opuestas, sino a una
gama de matices que hoy se encuentran en construcción social e histórica. Hoy hablar
solo de hombres y de mujeres, o de lo sexual y lo social, o de lo biológico y
lo cultural sería bastante limitado para entender el mundo subjetivo de las
personas. Hoy debemos hablar de las masculinidades y de las feminidades, o posiblemente
de algo intermedio.
Simmel se va a centrar en la cuestión cultural, que es la “representación
social de lo femenino”. Entonces ¿en qué consistiría la “representación social
de lo masculino”? en todo aquello que le pertenece al hombre y, casi nada, a la
mujer. Simmel presenta el tema sexo-genero como dos grandes constelaciones
opuestas, y de cierto modo complementarias, pero no en igualdad de condiciones
y/o oportunidades. Para entender lo masculino es un primer momento, se hace necesario
tomar conceptos que le pertenecen a la mujeres y parecen ser casi exclusivos.
Lo cierto es que en la interacción de hombres y mujeres, no solo están los aspectos
y las representaciones de carácter social –y cultural en un mayor sentido, que
son inalterables en cada género, sino que también existe la negociación y persuasión
como punto intermedio a la dualidad constructora de la vida. Con esto intento
decir que pese a las diferencias y oposiciones también existen formas de
representar algo que son tanto femeninas como masculinas, y que muchas veces
conllevan a acciones inconscientes pero llenas de sentido. Hoy diría yo que las
relaciones de parejas heterosexuales se establecen y juegan en los márgenes del
género; es decir, no recurro a la bipolaizacion de lo femenino con lo
masculino, sino que apuesto por aquello que hoy nos permite ser sujetos de
sensaciones y no de hechos.
La coquetería como un aspecto oculto de la cultura femenina es un concepto
que podría extenderse a la representación social de la seducción en los
varones. Del mismo modo la moda constituye un pilar importante para
aproximarnos a las representaciones masculinas en las últimas décadas. La ropa
y el uso de otros bienes ligados a la apariencia física permiten redefinir o
entender las nuevas identidades el yo, un yo mas vanidoso y egocentrista. Un yo
que siempre esta buscándose mostrar y llamar la atención. La ropa y la moda en
general son consideradas como un marcador social, sin embargo no debemos
limitarnos a ese uso, puesto que existen otras posibilidades.
Finalmente el tema de los afectos y los sentimientos son importantes debido
a la doble connotación los caracterizan. La primera tiene que ver con el hecho de
cómo cada individuo vive y experimenta sus sensaciones en relación al “yo” y;
la segunda, tiene que ver con los patrones y tendencias en el pensamiento que guían
y estimulan formas concretas de querer y sentir algo. Uno de estos sentimientos
es el amor romántico moderno que por lo general es heterosexual. El amor como
afecto, idea, acción, moral, etc. busca un fin, y por lo cual, se vale de
muchos medios. Es importante entonces tener representaciones sociales del amor tanto
de las mujeres como de los varones hoy en día. Hoy la masculinidad y la
feminidad encuentran en la dimensión de los afectos y sentimientos nuevos descubrimientos
que permiten horizontalidad en las relaciones que ambas constelaciones se
tienden para conformar una unidad, un fin, etc. bajo los lineamientos –claro está-
del pensamiento posmoderno, que como ya ha manifestado Bauman, es una época de
los compromisos cortos y las no solidaridades.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Beviain, J. (s.f.). El
ser oculto de la cultura femenina en la obra de george Simmel. Revista
Española de Investigaciones Sociologicas.