RESUMENBrasil es una de las economías emergentes más importante a nivel de nuestra región y a nivel mundial, junto con la India y Sudáfrica[1], así mismo el papel que desenvuelven como actores globales les ha permitido, en este caso a Brasil en la región de América Latina, posicionarse como una de las economías con mayor proyección de crecimiento y desarrollo para los siguientes años. Se analizara la situación de Brasil por medio del Softpower y el hardpower.Hay un consenso casi mayoritario de que para Brasil es necesario superar sus problemas domésticos (la pobreza, la desigualdad y la proliferación de epidemias como el SIDA) y regionales, que limitan la proyección de su poder. Brasil, al igual que la India y Sudáfrica, es una gran país democrático que cuenta con un pluralismo de culturas, religiones, razas e idiomas, y que tienen que enfrentar problemas internos.
Para objetivo de este pequeño ensayo, hemos visto conveniente no redundar en las cifras que ha logrado Brasil hasta hoy en día, sino en enfatizar las alianzas estratégicas y el juego que viene realizando como actor global por vías democráticas para proyectar su poder y su influencia en la región de Sudamérica, y por ende del hemisferio sur, al que pertenecen India y Sudáfrica[2] también. Si hay algo que caracteriza a estos tres países emergentes del sur, es justamente el sistema democrático que poseen y qué papel juegan los actores locales e internacionales en la configuración de una nación para el desarrollo y el despliegue de poder político y económico.
INTRODUCCIÓN
El objetivo principal de este ensayo no es redundar en
los logros económicos de Brasil como potencia emergente, sino centrarnos en el
papel que ha venido desempeñando políticamente en la región. Evidentemente
ambos ámbitos, el político y el económico, no pueden verse distanciados en la
realidad. Sabemos que la consolidación económica de las potencias hegemónicas
históricas se ha realizado en un primer plano en la producción y el comercio, y
para luego pasar a una mayor presencia política, sea mediante el papel de
coordinador o de interventor en conflictos que vayan en contra de sus intereses
y aspiraciones de crecimiento y consolidación. Sin embargo, analíticamente,
esta división nos puede ayudar a visualizar mejor la dinámica de la economía
brasileña y de los pasos que se dan en el ámbito de las relaciones[3]
con el resto de los países de la región y del mundo.
Como vimos, ya nadie duda de la
supremacía brasileña. Pero ¿qué efectos en las relaciones multilaterales
trae consigo esta relación? ¿Estaría Brasil creando su propio “patio trasero”
para consolidar su hegemonía económica en la región sudamericana? ¿Cuál es el
papel de Estados Unidos en este nuevo equilibrio de poderes? Estas son
algunas de las preguntas que intentaremos responder a lo largo de este ensayo.
Hoy el mundo es testigo de la
decadencia del sistema unipolar que gobernaba el mundo luego de la caída del
muro. Esta decadencia se empieza evidenciar ya desde algunas décadas antes. La
proliferación de movimientos sociales evidencia este hecho: movimientos de
trabajadores, movimientos feministas, ambientalistas, anti-extractivistas, han
probado la desazón que las personas han experimentado con ese mundo mejor que
fue prometido y que nunca llegó. Hablamos pues de ese “desencanto del mundo”
del que ya nos hablaba Weber desde inicios del siglo XX. Y a dicha decadencia
sigue la emergencia de nuevas potencias económicas producto de los varios
“milagros” ocurridos en el Asia y Latinoamérica. Los casos más emblemáticos son
los países denominados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), aunque a este grupo
tendríamos que agregar también a Sudáfrica que empieza a consolidarse no solo
como un potencia económica, sino también como una potencia civil o softpower
(Gratius, 2007). Es en este nuevo escenario, el de un mundo multipolar, en el
que debemos tratar de encontrar las nuevas dinámicas económicas y sociopolíticas
que ocurren en el mundo. El denominado anti-imperialismo en contra de EE.UU. va
perdiendo peso en algunos países, y el rotulo va cambiando de propietario hasta
pasar a Brasil, cuya bandera ha sido quemada en Paraguay bajo el lema: ¡abajo
el imperialismo brasileño! (Zibechi, 2009).
Veamos. ¿Existe verdaderamente un Brasil
con apetito de expansión a cualquier precio o es ella misma una potencia civil
emuladora de la UE? Al respecto existen autores, como el paraguayo Raúl
Zibechi, para quienes Brasil siempre se ha considerado una potencia “natural”
en la región, pero sus aspiraciones habían sido relegadas por problemas interno
de carácter político, pero que dada la creciente expansión económica y la
estabilidad política, ha trazado su mira en ser parte de las potencias
mundiales, teniendo como base de apoyo a la propia región sudamericana. Prueba
de ello es la constante “colonización” que viene realizando en países
limítrofes como el caso de Bolivia, Paraguay, Ecuador y Perú (Zibechi, 2007).
Por otro lado, tenemos a autores como Robert Schuman y Susanne Gratius que
consideran que encuentran a Brasil no como un país amenazante en contra de sus
vecinos, sino como un guardián del orden[4] y
protector garante de los derechos fundamentales, que junto con la UE, son los
emblemas de su política exterior.
Para dilucidar mejor cual es el
verdadero papel que está cumpliendo Brasil presentaremos con algo más de
detalle ambas posturas para finalmente llegar a una conclusión.
BRASIL Y ALGUNAS
CONSICDERACIONES[5]
El Brasil se destaca en la región
por su gran tamaño: con 8,5 millones km2, ocupa la mitad del continente
sudamericano. Sus 185 millones de habitantes representan un tercio de la
población latinoamericana y su PBI representa más del 30% del PBI regional.
Además, a diferencia de Nueva Delhi, Brasilia puede ser caracterizada como
promotora del desarrollo, la paz y la estabilidad regional.
Su política regional se basa en
dos plataformas principales, la Comunidad Sudamericana de Naciones (CASA) y el
Mercado Común del Sur (Mercosur), 16 y está centrada en implicarse activamente
en la resolución de conflictos y crisis de Estado en América Latina y el
Caribe. Desde los años noventa, CASA y Mercosur han progresado y retrocedido al
mismo tiempo. Este último está signado por un cambio del enfoque económico a
una visión de integración política.
En el ámbito económico, los
últimos años han estado marcados por disputas comerciales que no han podido ser
resueltas en el marco del Mercosur, que se define cada vez más como una
comunidad de valores que promueve la democracia, la protección de los derechos
humanos, la paz y el multilateralismo.
Por su parte, la CASA, que surgió
en la cumbre sudamericana de 2000, todavía no ha llegado mucho más allá de
declaraciones retóricas sobre la integración de todas las naciones
sudamericanas. La falta de una estrategia y una clara visión política común son
los principales motivos del estancamiento de esta nueva institución. Ambos
proyectos responden a los objetivos del Brasil: la integración política
regional y la estabilización y promoción de la paz y de la democracia entre sus
vecinos. Con la ampliación hacia la región andina, especialmente con la
integración de Venezuela y Bolivia, el Brasil pretende influir de manera
estabilizadora en aquellos países, que se enfrentan a constantes problemas
políticos.
La política brasileña hacia la
región demuestra, desde los años noventa, sus objetivos de promover la paz, la
seguridad y la estabilidad regional a través de buenas relaciones bilaterales y
la integración regional en foros multilaterales. Pero, al mismo tiempo, se
pueden identificar los límites del liderazgo brasileño en su región. Por
ejemplo, el Brasil no se ha involucrado en el conflicto en Colombia, que
representa una de las principales amenazas a la seguridad regional, sino que ha
dejado este tema a Washington.
Para que el papel del Brasil como
potencia pacificadora regional y (principal) promotora de la integración, del
desarrollo y de la estabilidad en América del Sur se consolide, Brasilia tiene
que asumir más activamente responsabilidades, como no lo hizo en el caso de
Colombia o el Uruguay. En cualquier caso, el gigante sudamericano está en buen
camino, ya que tanto externa como internamente se lo identifica cada vez más
como principal factor de estabilidad regional.
1.
BRASIL: UN
NUEVA SOFT POWER (POTENCIA CIVIL)
Esta primera propuesta, como ya adelantamos, nos habla de la
consolidación de Brasil y de sus intenciones de influir como eje sobre la
región, pero a través de una política multilateral basada en la amistad y las
buenas relaciones con sus vecinos. En este intento no se encuentran escondidas
sus intenciones de compartir con EE.UU. por la hegemonía regional. Por otro
lado, dada la categoría que se le ha asignado, softpower, representaría, junto con India y Sudáfrica, potencias que pueden ayudar a la
resolución de conflicto en sus respectivas regiones, y a ayudar a
estabilizarla. De esta manera, Brasil es visto como promotor de la democracia y
cuidador de los derechos humanos junto con la UE.
1.1.Brasil:
Potencia cooperativa anti-hegemónica
“Brasil no quiere liderar nada”
Desde el retorno a la democracia,
la élite política evita cualquier connotación que pudiera sugerir un liderazgo
político de Brasil e intenta proyectarlo como una potencia cooperativa y
anti-hegemónica. Desde los años ochenta se puede constatar un marcado cambio en
la política exterior brasileña a favor de una política consensuada y
cooperativa mediante alianzas con otros países sudamericanos y,
particularmente, con Argentina. Esto representa un nuevo estilo diplomático de
vecindad cooperativa. A diferencia del unilateralismo de EE.UU., su principal
rival en las Américas, Brasil ha optado por un “estilo de liderazgo consensual
y un cierto understatement regional.
La idea de una Sudamérica unida
constituye un contraproyecto a una Norteamérica (incluyendo Centroamérica y
México) dominada por Estados Unidos. Brasil se perfila como poder
anti-hegemónico en la región. Un liderazgo basado en la cooperación, la mediación
y las instituciones regionales es la única opción de Brasil para ganar
influencia, teniendo en cuenta sus modestos recursos y el predominio de EE.UU. En
el continente americano. Sólo con otros países sudamericanos, en el marco del
multilateralismo regional y a través de la integración, Brasil puede crear un
cierto contrapeso a Washington. Al usar instrumentos blandos para objetivos
duros (crear a largo plazo un contrapoder sudamericano), Brasil podría
calificarse como una “hegemonía cooperativa”.
Ésta tiene la capacidad de
acumulación de poder, de compartir poder y de asumir un compromiso. Entre los
tres criterios, la capacidad de compartir el poder (con Argentina) es la más
destacada en el caso de Brasil que no es una hegemonía sino más bien una
potencia media regional que actúa junto con otros países.
Al no ser una potencia nuclear ni
disponer de grandes recursos militares, Brasil es un softpower comprometido con
valores cívicos tales como la paz, la democracia y la integración o cooperación
entre Estados. Como potencia civil no aspira al dominio militar en América Latina,
una región carente de conflictos interestatales, pero plagada de crisis
intraestatales o “intermésticas” que difícilmente se resuelven por la vía
militar. Con su enfoque cooperativo, a largo plazo, Brasil podría ser más
efectivo a la hora de contribuir a la prevención y resolución de conflictos en
la propia región que EE.UU., cuyo enfoque militar en el área andina tiende a
incrementar los niveles de violencia. No obstante, un claro límite de la
actuación de ambos países es que, a diferencia de la UE (el principal donante
de América Latina), ofrecen pocos recursos para contribuir al desarrollo social
de Sudamérica.
El rechazo de hardpowerse basa en la convicción de que Brasil no puede ir sólo,
sino que necesita crear alianzas para conseguir sus objetivos. Por ello,
utiliza o crea instituciones regionales (permanentes o ad-hoc). La integración regional
es considerada, por un lado, como un vehículo (menos costoso) de acumulación de
poder y, por el otro, como una doctrina de paz o instrumento para prevenir
conflictos interestatales. Esta segunda consideración está estrechamente
vinculada con la experiencia europea de integración que, en parte, sirve como modelo
para Brasil y su proyecto sudamericano. La creación de MERCOSUR y CASA
demuestran una creciente influencia de Brasil en la región. Aunque se trata de
proyectos en construcción, fragmentados y poco institucionalizados, reflejan
que avanza la idea de
Brasil de una Sudamérica unida y
políticamente separada del resto del continente. Al comprometer los países en
torno a valores e intereses comunes y facilitar su acceso a recursos
materiales, la integración es también un importante instrumento de
estabilización política y económica regional. A través de este proyecto, Brasil
ofrece un liderazgo político constructivo que intenta conciliar los intereses
de sus vecinos.
No obstante, existe una brecha
entre el nuevo papel de Brasil y los recursos disponibles. Algunos opinan que
“sus ambiciones van por delante de sus capacidades materiales”. Aunque no se
puede negar un cierto desequilibrio entre la “multiplicación de iniciativas”, su
puesta en marcha y la asignación de recursos, tampoco hay que olvidar que
Brasil es una potencia regional emergente. Cabe recordar que fue hace muy poco
tiempo, a partir del Gobierno de Lula, que Brasil ha asumido un papel más
activo en la gestión diplomática de crisis internas en su entorno geográfico. Poco
a poco, Brasil empieza a afrontar los costes sociales, económicos, políticos y
culturales de un liderazgo regional. Así, aceptó los costes financieros y
políticos (las críticas por “violar” la soberanía nacional) que supone el
liderazgo militar de la MINUSTAH. En cuanto al MERCOSUR, financiará gran parte
del Fondo de Compensaciones (FOCEM) que beneficia a los socios menos
desarrollados. Este coste implica también el retraso o la no firma de un
acuerdo de libre comercio con la UE y Estados Unidos. Un coste político
adicional es la cesión de soberanía a instituciones del MERCOSUR (el Parlamento
y la Comisión de Representantes Permanentes). Finalmente, un coste cultural de
su proyecto regional es la creciente “castellanización” de Brasil. Aunque no se
puede comparar el MERCOSUR o CASA con la UE, el que Brasil fomente instituciones
comunitarias que no reflejan su peso en los respectivos bloques, significa un
fuerte compromiso con la integración y un liderazgo regional compartido. Por
tanto, Brasil tiene tanto la capacidad de compartir el poder como la capacidad
de asumir compromisos. Menos clara es su capacidad de acumulación de poder,
sobre todo frente a los rivales en las Américas.
1.2.Competición
hemisférica: EE.UU. (y la OEA)
“Brasil no ha tenido nunca la
pretensión de competir con EE.UU. en América del Sur o en América Latina”. Quizás,
Brasil no tenga pretensiones de liderazgo en el continente americano, pero sí
en Sudamérica. Si Brasil tuviera aspiraciones continentales, su verdadero rival
sería Estados Unidos. Sin embargo, a diferencia de Venezuela, Brasil no
cuestiona abiertamente el papel dominante de Washington incluyendo su propia
área de influencia, donde se percibe una cierta división de tareas entre ambos
países: en términos militares, culturales y económicos, EE.UU. sigue teniendo
un papel protagonista, mientras que Brasil prevalece en el contexto político
regional, donde Washington tiende a retirarse cada vez más.
Al ser distante y cordial, la
relación entre Brasil y EE.UU. podría caracterizarse de co-existencia pacífica
en beneficio mutuo. Así, “Estados Unidos reconoce a Brasil como un interlocutor
privilegiado en el continente americano” y para Brasil “es absolutamente
indispensable para su futuro mantenerse como socio de los estadounidenses”. La
mediación de Brasil en Paraguay, Bolivia y Venezuela, así como su papel en Haití
han sido evaluados positivamente en Washington: “El liderazgo brasileño de las
fuerzas de paz en Haití es particularmente bien visto por la administración
Bush”, igual que la estrategia de estabilización de Brasil en América del Sur y
su moderación frente a Venezuela, el país políticamente más problemático a los
ojos de Washington.
No obstante, Brasil y EE.UU.
defienden proyectos competitivos en Sudamérica: Washington ofrece acuerdos de
libre comercio a los países andinos y ve con recelo la evolución del MERCOSUR,
mientras que la propuesta de Brasil se concentra en crear una alianza política
sudamericana con escasas posibilidades de llegar a representar un bloque
comercial importante. A través de MERCOSUR y CASA, Brasil pretende reducir la
influencia política de EE.UU. en la región, porque “siempre hemos sido una
fuerza de contención de las pretensiones imperialistas americanas”. Conforme a
su peso, el papel de ambos países en el continente americano es muy diferente:
EE.UU. es el poder hegemónico y Brasil una potencia regional cooperativa.
El estilo de liderazgo de Brasil
es una ventaja, puesto que la aceptación de su protagonismo en la prevención y
resolución de conflictos es muchísimo mayor que la de EE.UU. que actúa
preferentemente de forma unilateral y mediante hardpower. Ello, junto
con la paulatina retirada de EE.UU. de América Latina –que no representa una
amenaza a la seguridad nacional ni internacional– crea un nuevo espacio de
poder para Brasil: “el enfoque de liderazgo consensual (...) proporciona otro
camino para entender cómo un poder medio o emergente podría conseguir apoyo
para un proyecto claramente definido que no es favorecido por los núcleos de
poder tradicionales”. Otro factor favorable a un mayor liderazgo político de
Brasil es la reducida influencia de EE.UU. en la OEA, a partir de la elección
del chileno José Miguel Insulza como Secretario General de la institución. Por
primera vez, la principal organización continental es liderada por un candidato
no apoyado por Washington que, además, representa los intereses sudamericanos y
mantiene estrechos vínculos con Brasil. Conforme a su relación correcta pero
política y geográficamente distante con EE.UU., Brasil no ha tenido un papel
importante en la OEA que ha sido identificada por Itamaraty como espacio
claramente dominado por EE.UU. y ligado a los intereses de Washington donde
tiene su sede principal.
1.3.La UE: Un
socio de Brasil como potencia regional pacificadora
Por la actuación política en su
entorno geográfico, Brasil ha podido elevar su prestigio internacional y es
percibido, tanto por EE.UU. como por algunos países latinoamericanos, como
factor estabilizador en la región. Ante su propia retirada de la región, EE.UU.
parece estar más proclive en apoyar un liderazgo político de Brasil en Sudamérica
como fuerza moderadora frente a Evo Morales en Bolivia o Hugo Chávez en
Venezuela, donde, además, su propia influencia es negativa. Tanto EE.UU. como
la UE están identificando países ancla que, en el nuevo contexto internacional
dominado por conflictos intraestatales, podrían asumir una función de
estabilización en sus respectivas regiones y servir de puente de cooperación
triangular. En EE.UU., la idea de los “pivotalstates”
surgió en los años noventa para privilegiar las relaciones con los países en
vías de desarrollo con una importancia estratégica para la seguridad regional y
global. Entre los nueve países mencionados figura Brasil, junto con México,
como ancla de estabilidad en América Latina. También en el seno de la UE se ha
iniciado un debate sobre las potencias regionales. Entre otros, se está
considerando la posibilidad de abrir un diálogo bilateral con Brasil que, a
diferencia de Chile y México, no tiene una relación privilegiada con Europa,
pese a ser su principal socio económico. En cuanto a los Estados miembros,
Alemania introdujo el concepto de los denominados “países ancla” en su política
de cooperación al desarrollo.
Estos países o potencias
regionales podrían servir de factor de estabilidad y desarrollo regional,
sirviendo de intermediario o puente entre los donantes y los países del Sur. En
las Américas, Brasil (junto con Argentina y México) sería uno de los países
ancla con los cuales se podría crear una cooperación triangular.
En el ámbito de prevención y
resolución de conflictos, Brasil sería un socio idóneo de la UE. En términos de
valores y enfoque, la política brasileña de prevención y resolución de crisis
está muy cercana a la estrategia de la UE y mucho más distante del enfoque
militar de Washington. Tanto la UE como Brasil prefieren instrumentos
diplomáticos a la coerción y persiguen estrategias de desarrollo sostenible de
largo plazo en los países en los que “intervienen” como softpowers. Por tanto, Brasil es un potencial aliado político de la
UE y su política de prevención de conflictos. A su vez, la UE podría apoyar los
esfuerzos de estabilización regional de Brasil en América Latina y el Caribe.
Sería una alianza de mutuos intereses. Brasil podría abrir un diálogo político
bilateral privilegiado con la UE (siguiendo el ejemplo de India) que le
significaría el reconocimiento implícito como potencia regional media, podría
contar con algunos recursos financieros adicionales y hacer un contrapeso a
Estados Unidos. La UE podría ganar un aliado en América Latina (su región culturalmente
más cercana) a la hora de difundir su concepto de poder blando de prevención y
resolución de conflictos, de asumir un mayor papel frente a los Estados
frágiles (en la región andina) y de exportar su modelo de integración como
doctrina de paz.
Puesto que la mayoría de los
países andinos han estrechado vínculos con Brasil y que todos ellos forman
parte de CASA, se abren nuevas posibilidades de cooperación triangular entre
Brasil y la UE. Es una zona geográfica de mutuo interés: la UE es el principal donante
global de los países andinos y Brasil quiere asumir un liderazgo político
alternativo al que ejerce Estados Unidos. Esta cooperación serviría también
para contrarrestar la hegemonía de EE.UU. en esa subregión, puesto que tanto la
UE como Brasil favorecen la prevención y la resolución pacífica de conflictos
(entre ellos, Colombia) y defienden políticas de desarrollo alternativo ante la
erradicación de la coca. Asimismo, son partidarios de afrontar las raíces y no
los síntomas de las crisis de Estado: la pobreza y la desigualdad social.
Pero Brasil no tiene un lobby
demasiado fuerte en la UE, puesto que su relación formal con Europa se limita
desde hace casi ocho años a las negociaciones (¿fallidas?) de un acuerdo de
asociación entre el MERCOSUR y la UE. Europa no percibe a Brasil como un actor
regional o global importante. Un ejemplo reciente es el programa de la
presidencia alemana de la UE, que subraya en el punto 19 que únicamente los
países asiáticos (Japón, China, India y ASEAN) son considerados “socios
estratégicos” de la UE. Es positivo que la UE esté considerando establecer un
diálogo político bilateral con Brasil. Ante estas reflexiones, sería un momento
oportuno para reconsiderar las posibilidades de una cooperación triangular con
ese país ancla de la región a fin de prevenir y resolver conjuntamente crisis
de Estado en su vecindad, y particularmente en la región andina, uno de los
principales beneficiarios de la asistencia de la UE y un socio clave de Brasil.
2.
BRASIL:
FORMACION DE UN NUEVO IMPERIO EN SUDAMERICA.
Este apartado se encarga de
presentar las posturas de aquellos analistas que ven en Brasil una nueva forma
de imperialismo regional (Zibechi, 2009). Si se decía que México tenía la
maldición de encontrarse tan cerca de EE.UU. pues ahora se diría lo mismo de
países como Paraguay, Bolivia, Uruguay, y los demás que posean fronteras con el
gigante sudamericano. Aquí se analiza el posicionamiento estratégico de Brasil
en las economías de los países vecinos, y cómo las asimetrías resultantes han
sido vigiladas incluso con la demostración de la fuerza militar que posee
Brasil, y cuyos generales no han tenido reparo en manifestar.
Los vacíos que va dejando la
decadencia estadounidense en la región sudamericana están siendo ocupados por
nuevas potencias globales y una potencia regional con ambiciones de global
player. Ya en la década de 1990 fue el capital europeo—español y francés—el
que mayor dinamismo mostró en Sudamérica, adquiriendo empresas estatales
privatizadas. Más recientemente, China aspira a ocupar un lugar como importador
de hidrocarburos e inversor en minería.
Hace tiempo que Brasil busca
expandirse, tomando la región como punto de apoyo, cuestión que ha merecido
varios análisis y estudios. Lo novedoso es que esa expansión genera ahora
conflictos graves como el que está sucediendo entre los gobiernos de Rafael
Correa y Luis Ignacio Lula da Silva y, sobre todo, que en algunos de esos
conflictos la potencia regional moviliza tropas para defender sus intereses,
como viene sucediendo en la frontera con Paraguay.
El creciente rechazo a las
empresas brasileñas es tal vez el precio a pagar por ese país por su expansión
comercial y económica. Comienzan a escucharse denuncias sobre el papel
"imperialista" de Brasil. A partir de 2004 Brasil dio un salto
espectacular en sus inversiones directas en el exterior: ese año las empresas
brasileñas invirtieron 10 mil millones de dólares en el exterior, frente a sólo
250 millones el año anterior.
Para 2005, el total de la
inversión directa brasileña en el exterior llegó a 71 mil millones de dólares,
frente a sólo 28 mil millones de México, el segundo país inversor de la región.
Una porción sustancial de esa expansión empresarial, se registra en los países
limítrofes con Brasil.
2.1.La
vulnerabilidad uruguaya. ¿invasión económica?
El pequeño país agrícola ganadero
tiene una superficie 45 veces menor que la de su enorme vecino y un PIB 50
veces más pequeño. En los últimos diez años la expansión de grandes empresas
brasileñas ha modificado el mapa económico de Uruguay, de modo muy particular
desde la última crisis de 2002. Se calcula que más del 20% de la tierra ha sido
vendida a brasileños y argentinos desde ese año, aunque no hay datos exactos
que permitan saber quiénes son los nuevos propietarios.
De las diez primeras empresas
exportadoras, cinco son brasileñas. De los 1.511 millones de dólares que
exportaron esa decena de empresas entre julio de 2007 y junio de 2008, el 43%
pertenece a una arrocera y cuatro frigoríficos comprados por capitales de
Brasil. En segundo lugar, aparecen dos empresas uruguayas, una de ellas la
petrolera estatal, que suman el 29% de las exportaciones de las diez mayores.
Estados Unidos apenas figura con una empresa, subsidiaria de Cargill, con el
10%.
Ernesto Correa, empresario de la
carne de Sao Paulo, compró 100 mil hectáreas en Uruguay con el objetivo de
abastecer de ganado al frigorífico PUL, del que es propietario del 75% de las
acciones. Los frigoríficos brasileños concentran casi la mitad de las
exportaciones de carne, el principal producto que vende el país.
Según el informe del periodista
Samuel Blixen "el interés brasileño
por los frigoríficos uruguayos radica en las posibilidades de acceso a
determinados mercados", aprovechando la calificación sanitaria de las
carnes uruguayas, que pueden ingresar a mercados vedados para Brasil.
El arroz es la segunda gran
inversión de capitales brasileños. El 90% de las exportaciones de arroz van a
Brasil. La empresa Saman, que exporta el 45% del arroz uruguayo, fue comprada
este año por la brasileña Camil. Finalmente, la producción de cerveza también
ha sido monopolizada por empresarios brasileños, a través de la multinacional
Inveb, donde la brasileña Ambev juega un papel determinante. Inbev, propietaria
entre otras de la estadounidense Budweiser, tiene el monopolio de la cadena de
la cerveza en Uruguay a través de Fábricas Nacionales de Cerveza y de las
principales malterías (procesadoras de cebada).
Este proceso de extranjerización y
concentración de la tierra, de las industrias frigorífica, arrocera y
cervecera, y de las exportaciones, coloca al Uruguay en una posición muy
vulnerable frente a Brasil. Aunque no se han registrado conflictos con empresas
brasileñas, las autoridades uruguayas manifiestan su preocupación por el
control monopólico que les puede permitir fijar precios que perjudiquen a los
productores uruguayos.
2.2.La
industria brasileña tiene sed de energía. Bolivia y la amenaza de sus recursos
Por diferentes vías, Brasil
controla alrededor del 20% del PIB de Bolivia (a través del gas y la soja), que
en los próximos años se deberá incrementar con inversiones estratégicas en
infraestructura, energía y minería. Pero estas inversiones generan conflictos.
Uno de ellos gira en torno a la construcción de las represas hidroeléctricas
Santo Antonio y Jirau, sobre el transfronterizo río Madera, que afecta a
Bolivia pero que Brasil considera de suma importancia para su desarrollo
nacional.
Las represas, cuya construcción
está a cargo del consorcio brasileño Furnas-Odebrecht, inundarán territorio
boliviano, afectarán la pesca, harán proliferar la malaria y pondrán en riesgo
a las comunidades campesinas extractivistas e indígenas de los pueblos Chacobo,
Tacana, Cavineño, EsseEjja y Yaminahuas en los departamentos de Beni y Pando.
Organizaciones campesinas e indígenas de
Bolivia, con el apoyo del Movimiento de Afectados por Represas de Brasil (MAB),
interpusieron el 7 de diciembre de 2007 una solicitud de medidas cautelares
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, debido al "atentado
inminente" del gobierno de Lula contra los derechos humanos y las
libertades de los pueblos.
Por otro lado, en la reciente
crisis política que sufrió Bolivia a raíz de las acciones subversivas de las
oligarquías de la llamada Media Luna, el gobierno de Lula sugirió sin matices a
Evo Morales que negociara con la oposición. Los intereses de Brasil en Bolivia
no se encuentran desperdigados en todo el país sino concentrados en esos
departamentos autonomistas que rechazan al gobierno indígena. Tanto los
hidrocarburos como los monocultivos de soja (los primeros abastecen de gas a la
industria de Sao Paulo y los segundos son propiedad de hacendados brasileños)
están en departamentos como Tarija y Santa Cruz, cuna de la rebelión contra
Morales.
2.3.Ecuador
contra las empresas brasileñas
Los problemas entre empresas
brasileñas y el gobierno de Ecuador no son nuevas y se iniciaron con la
petrolera Petrobras, que explota un parque nacional en litigio con pueblos
indígenas y debió abandonar, a mediados de septiembre de 2008, el bloque
petrolero 21 que pasó a manos de Petroecuador. La participación de grandes
empresas brasileñas en megaproyectos vinculados a la IIRSA (Iniciativa para la
Infraestructura Sudamericana), generó conflictos de diversos calibres.
El más reciente se registró el 23
de septiembre con la expulsión de la constructora brasileña Odebrecht y el
embargo de sus bienes en Ecuador, responsable por los desperfectos en la
hidroeléctrica San Francisco, en la Amazonia, inaugurada en junio de 2007 pero
que debió suspender su actividad un año después por fallas graves en la
construcción de una obra considerada estratégica para el país. Desde el primer
momento el gobierno Lula defendió a la empresa que construye buena parte de las
obras del pasillo Manaos-Manta, que forma parte de la IIRSA, y conecta el
Amazonas con el Pacífico, por donde salen las commodities brasileñas
rumbo a Asia.
No terminaron ahí los problemas.
La represa se construyó con un préstamo del BNDES (Banco Estatal de Desarrollo
Brasileño) por 243 millones de dólares, que Ecuador ahora no quiere pagar
porque asegura que el contrato se firmó "al margen de las leyes
nacionales". El hecho pone al descubierto que el BNDES financia obras a
varios países para que contraten empresas brasileñas, una forma de operar que
utilizaron siempre las grandes potencias.
En noviembre el presidente Correa
anunció que su país recurrirá a la Corte Internacional de Arbitrajes de la
Cámara Internacional de Comercio en París, para suspender el pago de su deuda
al BNDES. El 21 de noviembre, "por primera vez desde la guerra de Triple
Alianza (que destruyó a Paraguay entre 1865-1870) el gobierno de Brasil 'llamó
a consultas' a un embajador". La medida es el paso previo al congelamiento
de las relaciones y el canciller Amorim fue claro al decir que "no hay
plazo para el regreso del embajador a Quito".
Aunque Odebrecht aceptó la
existencia de fallas graves en la construcción, al gobierno de Brasil le
molestó la forma como se hizo público el reclamo ante el tribunal
internacional, ya que no hubo una comunicación previa y se comunicó en un acto
público. Según la revista Defesanet, "al llamar al embajador en
Quito a Brasilia para consultas, Lula está avisando que está pronto también
para radicalizar, contrariando el estilo 'paz y amor' que adoptó para ganar las
elecciones de 2002 y que trasladó a las relaciones internacionales".
Odebrecht es la principal
constructora de América Latina, está entre las 25 más importantes del mundo y
es la tercera empresa de Brasil. Fundada por Norberto Odebrecht en 1944, opera
en 20 países, entre ellos todos los sudamericanos. En 2007 facturó 17 mil
millones de dólares, más que el PIB de Bolivia y Paraguay. En Brasil, facturó
11.500 millones, en América del Sur 3.100 millones y en Estados Unidos apenas
1.600 millones, lo que revela la importancia del subcontinente en la expansión
de la empresa. Tiene 59 mil empleados. Norberto Odebrecht es uno de los
principales donantes a las campañas electorales del PT de Lula.
2.4.Paraguay,
el vecino más frágil
Apenas dos meses después de que el
ex obispo Fernando Lugo se instalara en la casa de gobierno, el 15 de agosto de
2008, miles de campesinos comenzaron a ocupar tierras de sojeros brasileños,
sobre todo en los departamentos fronterizos de Itapúa, Alto Paraná, San Pedro,
Concepción, Amambay y Canindeyú. Esas ricas praderas tapizadas de soja fueron
reductos de la agricultura familiar y de la potente tradición campesina
paraguaya, de la que se nutrió la exitosa candidatura de Lugo. Pero esas
tierras son hoy propiedad de brasileños.
Por otro lado, está pendiente la
re-negociación del Tratado de Itaipú, firmado en 1973 por las dictaduras de
Brasil y Paraguay, que puede ayudar a consolidar al gobierno de Lugo. La
represa binacional de Itaipú (la segunda del mundo) tiene una potencia
instalada de 8.250 MW, de los cuales Paraguay consume apenas el 5% y debe
exportar el 95% a su vecino a precio de costo. Itaipúabastace el 20% de la
energía que consume Brasil, por la que Paraguay recibe apenas 300 millones de
dólares al año, muy por debajo del precio internacional y del costo de
reposición de la energía vendida.
Ricardo Canese, ingeniero
especializado en energía, estima que los 53.000 GW que se venden anualmente a
Brasil tienen un precio de mercado no inferior a los 4.000 millones de dólares,
algo así como la mitad del PIB de Paraguay. Lugo no pretende llegar tan lejos,
pero sostiene que su país debe recibir entre 1,5 y 2 mil millones de dólares, o
sea entre cinco y siete veces el valor actual.
Las negociaciones no van bien.
Luego de dos encuentros, Brasil no afloja ni en el precio ni en la "libre
disponiblidad", o sea que Paraguay pueda venderle su excedente a cualquier
país. En el gobierno Lugo, estiman que si lograran ingresar mil o dos mil
millones de dólares podrían invertirlo en escuelas, hospitales, carreteras y
las mil y una necesidades de un país pobre y esquilmado por 61 años de
corrupción colorada.
Los paraguayos se sienten
"explotados" por sus vecinos. Meses atrás, un grupo de campesinos
quemó la bandera de Brasil, una escena que los medios no se cansan de
reproducir. Pero la crisis estalló cuando los campesinos comenzaron a ocupar
haciendas de brasiguayos, sobre todo en el departamento de San Pedro, la
región más pobre del país donde Lugo fue ordenado obispo en 1994. El gobierno
reaccionó con cautela y se mostró dispuesto a dialogar, mientras el Instituto
de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT) viene anunciando la compra de
tierras para la reforma agraria, para lo cual necesita imperiosamente fondos de
Itaipú.
Donde faltó cautela, y hasta el
buen humor norteño, fue en el gobierno de Lula. El 17 de octubre diez mil
soldados comenzaron la megaoperación Frontera Sur II, utilizando aviones,
tanques, barcos y munición real. La prensa de Asunción informó que la operación
incluye ejercicios como la ocupación de la represa de Itaipú y el rescate de
ciudadanos brasileños. El gobierno Lugo puso el grito en el cielo y aseguró que
Brasil quiere negociar paz para los sojeros por algún beneficio por Itaipú.
Las declaraciones del general José
Elito Carvalho Siqueira, jefe del Comando Militar del Sur, empeoraron las
cosas. "Ya pasó la fase en que teníamos que esconder las cosas. Hoy
nosotros tenemos que demostrar que somos una potencia, y es importante que
nuestros vecinos lo sepan. No podemos dejar de ejercitar y mostrar que somos
fuertes, que estamos presentes y tenemos capacidad de enfrentar cualquier
amenaza", dijo al diario Ultima Hora el 18 de octubre. Sobre la
seguridad de Itaipú, dijo que se trata de una cuestión militar, incluso en el caso
de que sea ocupada por movimientos sociales.
El canciller Amorim le pidió al
gobierno paraguayo, sin rodeos, que controlara los "excesos"
contra los brasiguayos. Lugo llevó el tema a la Asamblea Permanente de
la OEA, donde dijo que las actitudes de Brasil alejan el diálogo fraterno entre
vecinos. Insinuó que el operativo militar fue un "mensaje sobre
Itaipú". "Ningún tratado es sostenible cuando consagra la inequidad
ni es éticamente valorable cuando genera asimetrías resultantes de un esfuerzo
compartido", dijo en Washington.
En el mes de octubre, unos cuatro
mil campesinos se movilizaron frente a una de las fincas de Tranquilo Favero,
quizá el brasiguayo más emblemático, derribaron las cercas y amenazaron
con quemar uno de sus 30 silos. Sólo en los departamentos de Canindeyú y Alto
Paraná, fronterizos con Paraná y Mato Groso, los brasiguayos poseen 1,2
millones de hectáreas, el 40% de la superficie de ambos departamentos, y el 80%
de los cultivos de soja.
Aunque no hay datos oficiales, se
estima que son medio millón los brasileños que se instalaron en las zonas
fronterizas desde los años 60, un 10% de la población del país. Suelen ser
medianos productores, con unas 500 hectáreas en promedio, y trabajan con peones
traídos de Brasil. En algunas zonas se escucha hablar portugués y la moneda más
habitual es el real.
Tranquilo Favero fue bautizado
como el "rey de la soja", ya que cultiva 55 mil hectáreas de las
cuales 35 mil son de su propiedad. Se instaló en Paraguay hace 40 años y luce
documento de identidad del país. En un larga entrevista concedida al diario Ultima
Hora el domingo 2 de noviembre, enseña una curiosa conciencia social:
"No hay duda de que los campesinos protegen las plantaciones de
marihuana", dijo. Agregó que los asentamientos de campesinos sin tierra
"son un nido de delincuentes".
Palabras más o menos, se suma al
concepto de "narcoguerrilla" creado por los estrategas militares
estadounidenses, aunque aclimatado en versión brasiguaya. Por su parte,
Kaiser Konrad, director de Defesanet, escribió luego de entrevistar al
general Carvalho: "La Operación Frontera Sur II quiere pasar un mensaje al
gobierno de Lugo, de que los militares brasileños están atentos a la situación
enfrentada por los brasiguayos, que están sufriendo con las invasiones de tierras
y las amenazas de perder sus propiedades legalmente adquiridas".
2.5.Brasil y
la "agresión extranjera"
El 2 de octubre, Lula promulgó el
decreto 6.952 que reglamenta el Sistema Nacional de Movilización, destinado a
enfrentar una "agresión extranjera". El decreto señala que la
expresión incluye "amenazas o actos lesivos a la soberanía nacional, la
integridad territorial, al pueblo brasileño o a las instituciones nacionales,
aunque no signifiquen invasión del territorio nacional".
Un editorial de Defesanet
asegura que la aprobación del decreto supone un claro mensaje a los países
vecinos: "Una agresión o persecución a los ciudadanos brasileños
residentes en Paraguay (brasiguayos), así como en la región de Pando, en
Bolivia, y una nueva amenaza de corte del suministro de gas y la toma de
instalaciones y empresas brasileñas operando en otros países, caracterizarán a
partir de ahora agresiones externas, y una respuesta militar de Brasil pasa a
tener amparo legal".
La cuestión rebasa al gobierno de
Lula. Se trata de la afirmación de una potencia emergente como Brasil, de que
sus fronteras se trasladan allí donde están sus intereses nacionales. Parece
evidente que todas las grandes potencias se construyeron de ese modo, en una
actitud que siempre se ha denominado "imperialismo". Tal vez por eso
muchos sudamericanos sienten que está construyendo su propio "patio
trasero".
COMENTARIOS
FINALES
Ambas posturas analizadas,
consideramos, poseen mucho de veracidad. En primer lugar, como lo explica
Gratiur, el ser un país que potente un softpower
no lo deslegitima al momento de querer hacer uso del hardpower en defensa de derechos fundamentales. Y efectivamente el
discurso de Lula así como el de la actual Presidenta es la de integración
pacífica. Sin embargo, la forma en la que intentando solucionar la crisis
relacionada con Paraguay, así como la de llamar a consultas al embajador en
Quito ante el problema de la nacionalización de una de las empresas brasileñas
más poderosas de ese país, evidencia que existe, o va existiendo, un cambio en
las políticas en la medida en que su poder económico se va consolidando en la
región y en el mundo.
Por otro lado, el análisis de
ambas posturas difiere en un punto sustancial. El primero analiza la situación
económica brasileña desde las relaciones internacionales, mientras que el
segundo se sumerge en las relaciones más cercanas entre Brasil y sus vecinos.
Una cosa no cabe duda, Brasil tendrá que optar por mantener un discurso a lo UE
y ser más cauto para solucionar los impases si desea seguir ganando influencia
internacional y legitimidad en la región.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
-
Gratiur, S. (2007). Brasil en las Américas: ¿Una
potencia regional pacificadora?FRIDE.
WorkingPaper 35.
-
Stavridis, S. y Hoffmann, A. (2009). Brasil como
potencia emergente y su impacto sobre el concepto de Potencia Civil Europea. The Jean Monnet/Robert SchumanPaper Series
-
Zibechi, R. (2007).Brasil ya es una potencia regional y tiene muy
claro que para ser una potencia mundial tiene que unir a toda Sudamérica. Revista Política y Sociedad
[1]
Brasil, Rusia, India y China
conforman el BRIC. De estas cuatro naciones, es China quien ha demostrado no
solo gran crecimiento económico, sino desarrollo tanto en su región como a
nivel mundial. Sudáfrica se sumaría a este cuarteto por sus avances
significativos.
[2]
La India, el Brasil y Sudáfrica
formalizaron oficialmente el Foro de Diálogo IBSA con la Declaración de
Brasilia en 2003. Esta alianza trilateral expresa la dinámica que viene dándose
desde el sur.
[3]
Relaciones principalmente diplomáticas por vías democráticas.
[4] Uno de
los aspectos más importantes de Brasil a nivel de relaciones internacionales y
políticas ha sido el de ser un garante de la paz y la libertad en países como
Colombia; sin embargo no hay una postura firme en la región Latinoamérica de
imponer un discurso. Agreguemos a ellos la presencia ya no solo de EE.UU. sino
de México en América del Norte, así como cierta influencia en algunos países de
nuestra región. Por ende Brasil no solo podría apoyarse en Sudamérica, sino que
al pertenecer al BRIC y al IBSA, Brasil ha ido expandiendo sus relaciones para
expandir su economía, así como pata tener peso políticamente en las decisiones
que se dan en el marco de la globalización.
[5] El ingreso per capita en Brasil es de 3 550 dólares, sin embargo su
distribución de la renta en muy desigual. El puesto que ocupa en el IDH es el
85 de 187 países. El coeficiente GINI, que mide la desigualdad en el reparto de
los ingresos es de 54.7. Además de la pobreza y la fuerte desigualdad
socioeconómica, la proliferación del VIH/SIDA es una de las mayores amenazas
para sus sociedades y sus economías (0.59%).
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